Un grupo internacional coordinado por Robert Göder, del Hospital Universitario de Kiel, realizaron una investigación para ahondar más sobre si el descanso es mejor en pareja o no.
Para su trabajo, los investigadores invitaron a 12 parejas heterosexuales de edades comprendidas entre los 18 y los 29 años a pasar dos fines de semana seguidos, en total cuatro noches, en el laboratorio del sueño. El primer fin de semana, los miembros de la mitad de las parejas durmieron en habitaciones separadas; en el segundo, cada participante compartió cama con su pareja. En el caso de los voluntarios restantes, el orden fue inverso. Göder y su equipo sometieron a todos a una polisomnografía en cada ocasión. Dicha técnica de electroencefalografía registra, entre otros parámetros, las ondas cerebrales, la actividad muscular y las fases del sueño.
¿Resultado? Cuando la pareja dormía junta, se movía más, pero la calidad del sueño mejoraba: la fase MOR («movimiento ocular rápido») duraba más y presentaba menos interrupciones. El sueño MOR no solo es fundamental para la formación de recuerdos, también reduce el estrés y fomenta la cognición social. Por otra parte, después de que la pareja pasara junta una noche, el ciclo del sueño de los dos integrantes se sincronizaba mejor, fenómeno más notable cuanto más estrecho era el vínculo afectivo entre ambos.
Los científicos suponen que compartir cama refuerza el sueño MOR y las capacidades sociales, además de reducir el estrés emocional. Ello podría explicar, entre otras cuestiones, por qué se considera que vivir en pareja es beneficioso para la salud. El sueño desempeñaría aquí una función facilitadora.
Frontiers in Psychiatry, 10.3389/fpsyt.2020.00583, 2020
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